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viernes, 14 de diciembre de 2007

La concepción kantiana de lo sublime matemático en la “Analítica de lo sublime” de la Crítica del juicio.


El carácter que Kant acentúa en la esteticidad, y por el cual ésta es revelación en el mundo sensible de la absoluta potencia de la idea de razón y de la libertad del espíritu, se presenta según él más evidentemente en esa forma de experiencia estética que se distingue del sentimiento de lo bello, el sentimiento de lo sublime.
En su analítica de lo sublime podemos leer: § 26. [...] en el juicio de lo bello, la imaginación [se aplica] en su libre juego al entendimiento, para coincidir con los conceptos de éste en general (sin determinarlos), en cambio, en el juicio de una cosa como sublime, aquella facultad se refiere a la razón, para coincidir subjetivamente con sus ideas (sin determinar cuáles), [...].". En el ámbito de lo sublime, los conceptos del entendimiento y las ideas de la razón se disponen frente a frente; dando como resultado una superación de la razón respecto al entendimiento. Es mas, ésta demuele al entendimiento para poder con plena libertad perderse la razón en el pensamiento de lo infinito, de lo incondicionado, de lo absoluto. Escribe Kant: § 25. "[...] Sublime es lo que, por ser sólo capaz de concebirlo, revela una facultad del espíritu que va más allá de toda medida de los sentidos.". En una contemplación de la naturaleza, por ejemplo, observando un cielo estrellado; muchas veces llegamos a los límites del conocimiento discursivo. Pues bien, es en esos momentos cuando el entendimiento se desborda y se nos representa la infinidad de lo absoluto. Entonces sentimos lo sublime. Ahora bien, Kant distingue dos tipos de sublimidad: lo sublime matemático y lo sublime dinámico. Trataremos de lo sublime matemático.
Dice Kant: § 25. "Denominamos sublime a lo absolutamente grande. [...]" ... "[...] Sublime es aquello comparado con lo cual resulta pequeño todo lo demás. [...]"
El sublime matemático o de la cantidad consiste en oponer la idea del infinito espacio a la percepción real de un espacio limitado. De este modo, la imaginación se declara incapaz de apreciar la magnitud dada. Ésta acusa su limitación y se ve incapaz de seguir adelante, por lo que cede el paso a la operación puramente intelectual. El resultado ahora es que sentimos en nosotros cómo la idea de lo infinito supera lo dado. Naturaleza e imaginación desaparecen ante la idea; la imaginación se muestra inadecuada para exponer la idea de la razón, y sobreviene entonces el sentimiento del respeto. Éste se caracteriza por conllevar displacer y placer simultáneamente. El displacer es consecuencia de la limitación de nuestra facultad sensible. El placer se debe al despertar en nosotros de ideas suprasensibles.
Pues bien, este sentimiento placentero y doloroso a la vez es el sentimiento de lo sublime. En él vemos al mismo tiempo nuestra pequeñez y nuestra grandeza. Cuando en una noche estrellada contemplamos los ámbitos celestes, llega un momento en que la imaginación se cansa de representarse la muchedumbre de mundos y la inmensidad de los espacios. Renuncia a ello, porque siempre aparece como pequeña cualquier magnitud que imagine. Ante esto, se humilla la experiencia, siempre finita, y queda triunfante la idea; se siente el hombre incapaz, pequeño, abrumado, pero al mismo tiempo como dominador del conjunto por medio de la idea. Su espíritu vence a la naturaleza, y esa mezcla de humillación y de orgullo, de respeto y de desdén hacia sí mismo, constituye el que llamamos sentimiento de lo sublime.
La experiencia de la sublimidad como tal sólo acontece en el sujeto. Por lo que la capacidad humana de pensar la determinación de lo sublime asegura la superioridad humana sobre la exterioridad del mundo natural, incapaz de la experiencia de un estado de desmesurada potencia. Es en este punto donde ocurre el Juicio de lo Sublime, en su doble vertiente de lo sublime matemático (dimensiones extremas) y lo sublime dinámico (fuerzas abrumadoras). El objeto sublime, por el hecho mismo de sobrepasar nuestra facultad de comprensión, lleva a decir a Rudolf Otto: "opera sobre el ánimo una doble impresión, retrayente y atrayente a la vez, que restringe y coarta, al tiempo que ensancha y dilata. De acuerdo a lo dicho, el objeto sublime de un lado provoca un sentimiento parecido al terror, y de otro lado proporciona felicidad. En virtud de esos caracteres, lo sublime se aproxima mucho al concepto de “lo numinoso” y, a través de él, se emparenta con lo sublime religioso" .
A este respecto cabe aclarar que la cita anterior puede connotar un error imperdonable ya que quién considera el sentimiento del terror o temor como propio de una experiencia estética sublime es Burke; y si bien podemos encontrar analogías entre las concepciones de Burke y Kant sobre lo sublime; para Kant el terror o temor no son considerados como propio de ninguna experiencia estética y, por lo tanto, como propio de lo sublime. Como el individuo seducido por los apetitos no puede juzgar sobre lo bello, el individuo subyugado por el temor no puede juzgar sobre lo sublime.
Al captar lo sublime, el hombre alcanza los límites extremos de su capacidad de gozo y de la práctica de la moral, pues mientras lo bello se orienta al entendimiento, lo sublime busca el ejercicio de la virtud en la libertad.
Como decíamos antes, si lo bello responde, a una armonía de facultades (la de la imaginación y del entendimiento), lo sublime remite, en cambio, a la relación de aquella con las ideas de la razón. Esto es, ideas metafísicas que comprometen la tensión de infinitud y que, por lo mismo, la desajustan, la bloquean, no le conceden la conciliación buscada. La noción de límite, esencial en el racionalismo moderno, es fundamental para Kant. El filósofo pone límite a la intención metafísica y precisa la facultad del entendimiento, que permite conocer lo fenoménico, distinguiéndola de lo que también le pertenece al hombre, la razón, o sea la capacidad de lo incondicionado. Eterna aspiración humana que no obtiene resultado cognoscitivo. Podemos leer en el texto kantiano: § 27. "En la representación de lo sublime de la naturaleza, el espíritu se siente movido, a diferencia del juicio estético sobre lo bello de ésta, en el cual es contemplación quieta. [...]"; es decir, la conmoción de infinitud, desatada por las ideas de la razón, se presenta con un efecto que descoloca a la imaginación y la deriva a lo que sobrepasa, la inquieta y desasosiega al tiempo que la atrae. Sabemos que la pasión metafísica activa resortes que lanzan a una reconciliación imposible. Frente a espectáculos grandiosos y desmesurados, por lo general de la naturaleza, la imaginación sufre y se abisma. Se tensa, se desacomoda, se fuerza y esfuerza en una relación que la supera tras el intento (típico del arte) de alcanzar lo que la excede siempre. Consagrado en la proporción y la medida, lo bello, “estético” por excelencia, garantiza la deseada unidad y armonía últimas. Lo sublime convoca a un horizonte de indefinición y conflicto que arrastra el espíritu a dimensiones ignotas ineludiblemente desasosegantes . Lo sublime no lo es en sí mismo, sino en el modo como se refleja en el espíritu; por lo cual nuestra imaginación no puede comprender lo sublime; de aquí que podamos decir que lo bello sutura el abismo, lo sublime lo abre. Podemos agregar, para terminar, que lo sublime destaca lo elevado, lo noble, lo inconmensurable, lo grandioso; se opone a lo vulgar, a lo excesivamente sutil, a lo simplemente agradable e interesante, a lo meramente irónico o a lo amable. No es necesario que produzca terror (aunque sea un “terror deleitable”) pero sí es necesario que produzca una suspensión del ánimo. Todo esto nos lleva a concluir que los juicios sobre lo sublime son de carácter total, por lo cual a pesar que puede ser objeto de juicio, lo es en un grado inmensamente menor que lo bello. La verdadera sublimidad no debe buscarse sino en el alma de aquel que juzga, y no en el objeto natural que da lugar a ese estado. El sentimiento de lo sublime de la naturaleza es un sentimiento de estimación por nuestro propio destino, es la más alta celebración de nuestra libertad de seres espirituales en el mundo de la naturaleza. Pero sin darnos cuenta podemos cambiar la estimación y volverla hacia el objeto cuando en realidad lo deberíamos hacer hacia la humanidad que vive en nuestra persona, como sujeto de libertad.

6 comentarios:

gabrielaq dijo...

gracias!

AGUSTINA GARCIA MANZANO dijo...

Estaba intentando escribir sobre el sentimiento de lo sublime en Clarice Lispector y me he encontrado con este texto clarividente sobre Kant. ¿Qué tiene que ver lo sublime con la fe?

Carlos Luis Escudero Sánchez dijo...

En respuesta a Agustina creo que lo sublime no tiene nada que ver con la fe si se entiende a esta en relación a una determinada religión. Ahora si la fe a la que te refieres se basa en una creencia, claro que tiene que ver con ella, ya que no hay nada que sea ciencia, todo presupuesto filosófico o extra filosófico siempre está sustentado en una creencia.

Saludos.

Carlos Luis Escudero.

cuitláhuac dijo...

Acabo de encontrar este texto y me parece una explicación clara y breve de lo sublime kantiano pero me ha surgido una duda y espero que me puedas ayudar, porque me interesa mucho esta noción, pero me gusta mucho más la transcripción que hace Otto de lo sublime hacia lo numinoso. O al menos así me lo he pensado yo, hace tiempo escribí un breve texto sobre este tema y la cita que tienes de Otto me hubiera ahorrado la mitad del trabajo, aunque admito que disfruté el camino largo. Pero de cualquier manera me muero por saber de dónde la has sacado, no recuerdo que esté en "Lo Santo", y pues, básicamente, me encantaría echarle un ojo en el contexto, así que si pudieras decirme qué texto es, te lo agradecería muchísimo. Un saludo desde México.

David Campos Dávila dijo...

Muy bueno el artículo. Justo estoy realizando un trabajo de investigación: "El arte contemporáneo y lo sublime kantiano". Me ha sido de mucha ayuda, ¡gracias!

Unknown dijo...

¡Honor al Maestro, al filósofo, al amigo...!

Carlos,gracias por compartir tan sublime y profunda disertación.

"Cuando el entendimiento se desborda y se nos representa la infinidad de lo absoluto. Entonces sentimos lo sublime..."