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viernes, 7 de agosto de 2015

Michel Foucault. Una reflexión epistemológica. En: “La arqueología del saber”

Michel Foucault.


Una reflexión epistemológica.


En: “La arqueología del saber”



El objetivo de  Foucault es mostrar, en “La arqueología del saber”, cuáles son las características de esa entidad a la que designa como "enunciado" (apartándose de su significado más difundido y redefiniéndolo a lo largo de toda esta obra) y que, de manera muy peculiar, construye el significado de aquello a lo que se refiere.
La arqueología del saber es un texto de reflexión epistemológica, en el que Foucault formula un programa de investigación, sin concretar específicas operaciones metodológicas, pero fijando las características y condiciones a las que tales operaciones deberán ajustarse. Es un documento (¿o monumento?) crítico respecto de ciertas prácticas habituales en las tareas académicas de investigación de textos, en las que Foucault va señalando trampas cognitivas, ineficacia explicativa, desvíos implícitos, que dificultan o incluso impiden alcanzar la explicación del proceso de producción del significado, tal como se pretende que quede evidenciado mediante el análisis de los textos en estudio.
Por esto, el aporte de Foucault ha sido decisivo para la organización de los criterios y operaciones que constituyen el análisis del discurso. Su aplicación a otras semiosis como la icónica y la indicial requieren transformaciones y ajustes para no desvirtuar la eficacia específica, y las reglas de producción de tal eficacia, correspondiente a esas otras semiosis.
A continuación arriesgo algunas hipótesis sobre el pensamiento de Michel Foucault que, a mi entender, conviene tener presentes mientras se lee el texto de La arqueología del saber.
Al producir discursos se construyen las entidades (objetos, conceptos, fenómenos sociales) de las que se habla.
La construcción del significado de determinadas entidades ocurre a partir de la materialidad textual del discurso que la representa o interpreta. Esto implica que, cuando se investiga, no corresponde leer entre líneas, ni tampoco interpretar lo que se estudia con los conceptos que el intérprete ya tiene elaborados. Esto también diferencia la actitud del lector, que entiende y disfruta lo que lee, de la del investigador que debe explicar por qué entiende lo que entiende y por qué disfruta lo que disfruta.
Lo anterior fundamenta uno de los principales axiomas de la metodología semiótica: no hay semántica sin sintaxis.
Lo no dicho en un texto (pero leído o percibido "entre líneas" por el intérprete) está dicho en otra parte. Por ello, el analista-investigador tiene que identificarlo y ponerlo a consideración del lector, si pretende basar en él la explicación, o utilizarlo para explicar por qué el texto en estudio atribuye determinada significación a determinado fenómeno social.
Establecer la significación de un fenómeno social no quiere decir mostrar una síntesis en la que consistiría tal significado. El conocimiento no consiste en mostrar lo que diversos fenómenos tienen en común, sino en mostrar la dispersión de interpretaciones que recibe un mismo fenómeno cuando se lo construye a partir de determinado conjunto de discursos.
Una investigación también deberá dar cuenta de la disputa por la hegemonía en la utilización de uno u otro de tales discursos para la construcción de la significación en estudio.
De aquí surge otro axioma de la metodología semiótica: toda semántica es diferencial, o sea, vale en la medida en que se diferencia de otra semántica construida desde otro discurso.
Todo lo anterior implica una actitud objetivamente relativista, en cuanto se está afirmando que no existe un significado único y verdadero que sea el propósito de la búsqueda a través de la investigación.
El significado recuperado, mediante el análisis del correspondiente discurso social (en la pluralidad de sus manifestaciones), es el que está vigente (o más bien, está constituido por el conjunto de los significados vigentes) en determinada sociedad (o grupo social) y en determinado momento en la historia de esa sociedad.
En definitiva, una investigación no prueba cuál es el significado verdadero, sino cual está vigente en determinada sociedad y en determinado momento.

Este trabajo está fundado en una interpretación del texto de Michel Foucault: L'archéologie du savoir. Intentaré trabajar sobre los que considero conceptos principales de sus pensamientos, así como un esbozo del desarrollo de su proceso de reflexión crítica. Recomiendo, siempre seleccionando de la obra de Foucault lo que tiene relación con el tema aquí tratado, su conferencia de incorporación al Collège de France, pronunciada el 2 de diciembre de 1970: L'ordre du discours, Paris: Gallimard, 1971; en castellano: El orden del discurso, Barcelona: Tusquets, 1974. Vinculando imagen y palabra, o sea, semiótica icónica y semiótica simbólica, y siempre atendiendo a lo metodológico, recomiendo Ceci n'est pas une pipe, Paris: Montpellier, 1973, con traducción al castellano: Esto no es una pipa. Ensayo sobre Magritte, Barcelona: Anagrama, 1981.

 Tres conceptos centrales del texto

1) Para Foucault, las unidades de discurso reclaman, para ser definidas, una elaboración teórica. Parte de una comprobación: "estamos ante una dispersión de elementos". Propone tratar al discurso en el juego de su instancia. Plantea describir relaciones entre enunciados y grupos de enunciados, caracterizando e individualizando la coexistencia de dichos enunciados dispersos y heterogéneos.

2) Las condiciones para que surja un objeto de discurso son numerosas y de importancia, "no se puede hablar en cualquier época de cualquier cosa ", dice Foucault. Las relaciones discursivas no son internas del discurso, "se hallan en los límites del discurso".

3) Al analizar las modalidades enunciativas del discurso, Foucault lo desestima como expresión de un sujeto pensante, por el contrario, lo concibe como un conjunto que pone de manifiesto la dispersión del sujeto. La unidad del discurso, pese a la utilización de modalidades enunciativas distintas, está dada por la forma en que hace actuar de manera constante las relaciones establecidas entre elementos diferentes (¿quién habla, desde cuál lugar institucional, desde qué posición como sujeto?
 
Una afirmación central del autor
"Es indudable que los discursos están formados por signos, pero lo que hacen es más que utilizar esos signos para indicar cosas. Es ese más lo que los vuelve irreductibles a la lengua y a la palabra. Es ese "más" lo que hay que revelar, lo que hay que describir".  Todo el texto tiende a esa revelación, a la descripción de un sutil juego de relaciones dadas en el discurso tomado como práctica que forma los objetos de los cuales habla.


Foucault comienza fundamentando su reflexión acerca de la necesidad de quebrar las grandes unidades conceptuales. Plantea una nueva visión del transcurso de la historia, sobre la base de detectar las discontinuidades, en vez de buscar lo que le da unidad. Puede reflexionarse atendiendo a la validez del enfoque crítico referido a la disciplina particular del analista-investigador que esté leyendo a Foucault; también puede referirse críticamente a la teoría metodológica que viene aplicando, al menos, en cuanto a si pretende identificar grandes unidades conceptuales, en el corpus que utilice como información, o si atiende a las rupturas e interrupciones detectables en esa información. Asimismo, está proponiendo no interpretar cada núcleo de información como valioso en sí mismo (no interpretarlo como documento), sino dotado de un valor que recién surgirá al ponerlo en relación con otros núcleos de información o con otras informaciones, o sea, interpretarlo como monumento.

Foucault nos dice que, al momento de escribir esta obra, desde hace décadas se investiga atendiendo a los largos períodos sacando a luz los equilibrios estables.
Antes de esta metodología la historia era la historia atropellada de los gobiernos, de las guerras y de las hambres.
Casi por la misma época la atención se ha desplazado hacia los fenómenos de ruptura (en la historia de las ideas, etc.) detectando la incidencia de las interrupciones, estas interrupciones se convierten en actos y umbrales epistemológicos donde se pueden detectar desplazamientos y transformaciones, redistribuciones recurrentes, unidades arquitectónicas. En resumen: un trabajo de transformación teórica que "funda una ciencia desprendiéndola de la ideología de su pasado y revelando a ese pasado como ideológico”. El problema ya no es el de la tradición y el del rastro, sino del recorte y del límite. La historia del pensamiento, de los conocimientos, de la filosofía, de la literatura parece multiplicar las rupturas y buscar todos los erizamientos de la discontinuidad.
La historia tradicional se dedicaba a “memorizar” los monumentos del pasado, a transformarlos en documentos; en nuestros días, la historia es lo que debería  transformar los documentos en monumentos.

Utiliza la metáfora, muy próxima a la textualidad del dato histórico, de la diferencia entre documentos y monumentos. El documento pretende ser una totalidad cerrada, que contiene toda la información pertinente respecto de algo (piénsese en una Escritura de Propiedad); por el contrario el monumento llega siempre fragmentado, modificado, con cambios posibles en el contexto urbano en el que se encontraba, por tanto, vinculado a prácticas sociales distintas de las que ocurrían en su momento original. El monumento requiere reconstruir lo faltante, entenderlo en función de acontecimientos que ya concluyeron y que ya no existen. El monumento es un ejemplo de lo incompleto que requiere ser reconstruido, de lo que no puede entenderse si no es acudiendo a información exterior que le atribuye una significación. Este es uno de los criterios básicos de Foucault en su tarea de investigación analítica acerca de cómo los textos (o discursos; recuérdese la diferencia acordada) construyen el significado de algo: no es en el interior del propio texto, sino considerándolo una función de algo diferente a él mismo, como habrá de encontrarse la explicación de su eficacia significativa.
Esto tiene varias consecuencias: multiplicación de las rupturas,  constituir series; la noción de discontinuidad: como operación deliberada, como resultado de su descripción y el concepto que el trabajo va constituyendo.
En cuanto a la historia hoy (al momento de la publicación de la obra) el tema es la historia general (determinar qué forma de relación puede describirse entre las series de acontecimientos) en contraposición a la metodología anterior: historia global (restituir la forma de conjunto de una civilización; agrupa todos los fenómenos en torno de un centro único) en esta última se encuentran problemas metodológicos: constituir corpus coherentes y homogéneos de documentos, establecer un principio de elección, la definición del nivel de análisis y de sus elementos pertinentes, la especificación de un método de análisis, la delimitación de los conjuntos y subconjuntos que articulan el material en estudio y la determinación de las relaciones que permiten caracterizar un conjunto.
Todos estos problemas metodológicos son los que exigen solución cuando se interviene en los textos de un determinado corpus, al que se considera pertinente para la explicación de la producción de la significación de determinado fenómeno. O sea, que, si estamos estudiando la obra de un poeta o los resultados de las desgrabaciones textuales de entrevistas realizadas a los integrantes de determinada muestra acerca de determinado tema, o cualquier otro tipo de texto - discurso, se deberán hacer explícitos (lo explícito es uno de los caracteres identificadores del rigor de determinada investigación) los diversos aspectos de los problemas metodológicos que Foucault enumera: atender a la coherencia del corpus de información seleccionado; hacer explícito el o los criterios que condujeron a seleccionar ese y no otro corpus; hacer explícito si al corpus se lo analizará en el ámbito de unidades sintácticas, semánticas, sintáctico - semánticas, lógico - proposicionales,  argumentales, etc.; establecer el marco teórico metodológico que justifique por qué ha sido esa la metodología adoptada y no otra; cuál sea el criterio para adoptar determinada forma de agrupar y de contrastar los resultados del análisis de la información y según que relaciones se establecen tales agrupaciones y contrastes.
El primer momento de esta mutación epistemológica se puede hacer remontar hasta Marx. como si hubiera sido particularmente difícil formular una teoría general de la discontinuidad. Esa historia sería, para la soberanía de la conciencia un abrigo privilegiado; este tema ha desempeñado un papel constante desde el siglo XIX: salvar contra todos los descentramientos, la soberanía del sujeto y las figuras gemelas de la antropología y del humanismo. Estos descentramientos contra los que se reaccionó fueron: el descentramiento operado por Marx, el descentramiento operado por la genealogía nietzscheana, el descentramiento del sujeto por el psicoanálisis, la lingüística, la etnología.
En Las palabras y las Cosas, Foucault desarrolla la idea del origen del "triedro de saberes", en las Ciencias Sociales, a partir del hallazgo de Marx: "el valor de la fuerza de trabajo", del hallazgo de Saussure: "valor del signo lingüístico" y del hallazgo de Freud: "el inconsciente"; tres descentraciones del sujeto en su dimensión laboral, comunicativa y psíquica. Comienza, así, en este texto, a desarrollar su idea de que el significado de un fenómeno (y de un enunciado) está fuera del fenómeno (o del enunciado) en estudio. Lo que se opone a esta actitud es la misma función conservadora, la que actúa en el tema de las totalidades culturales.

El propio Foucault comparando esta obra con otras anteriores nos dice: "no me pregunten quien soy, ni me pidan que permanezca invariable: ésa es una moral de estado civil; gobierna nuestra documentación. Que nos deje en paz cuando se trata de escribir"

Es necesario reflexionar sobre lo que Foucault rechaza como posible explicación de la eficacia significativa de un discurso. Cuando habla de la unidad del discurso se refiere a lo que le da sentido, lo que permite comprender a que se refiere ese discurso. En todos los casos, se trata de desconfiar de lo que ya se sabe acerca de tal o tales discursos; en especial, a qué otros discursos se los vincula explícita o implícitamente y de qué modo se lo recorta como totalidad.

Ante esto hay que realizar un trabajo negativo, es decir oponerse a: la continuidad, la tradición, las influencias, las nociones de desarrollo y evolución, las nociones de mentalidad o de espíritu. Es preciso revisar estas síntesis prefabricadas, ciertos cortes, agrupamientos o unidades; los grandes tipos de discurso, formas o géneros (la ciencia, la literatura, la filosofía, la religión, la historia, la ficción); las unidades más inmediatas (individualización material del libro, el concepto de obra) contra las continuidades irreflexivas por las que se organiza de antemano el discurso que se trata de analizar. Se debe renunciar al origen secreto; renunciar a lo "ya dicho" (un "jamás dicho")

Aquí empieza a formular cómo se interviene en el texto - discurso a partir de esa nueva actitud que está proponiendo: el discurso es un acontecimiento que construye aquello de lo que habla; y enfocarlo desde esta característica de acontecimiento es lo que le permite comenzar a identificar los enunciados (como acontecimientos discursivos, o sea, como funciones de aquello que construyen y que es diferente a ellos mismos, y no como el resultado de condiciones psicológicas, ni como meras configuraciones lingüísticas) y las relaciones entre enunciados, como los instrumentos fundamentales para las investigaciones, predominantemente, de las Ciencias Sociales.

Aquí señala cual sería el trabajo positivo: es preciso tomar a cada momento del discurso en su irrupción de acontecimiento; esas formas previas de continuidad no rechazarlas definitivamente, demostrar (si se confirman) que son siempre el efecto de una construcción; esas formas previas de continuidad exigen siempre una teoría, la que no puede formularse sin que aparezca, en su pureza no sintética, el campo de los hechos de discurso a partir del cual se los construye, de este modo se encuentra liberado todo un dominio inmenso, constituido por el conjunto de los enunciados efectivos, en su dispersión de acontecimientos y en la instancia que le es propia a cada uno. Aparece el proyecto de una descripción de los acontecimientos discursivos que no es análisis de la lengua.
La cuestión que platea el análisis de la lengua, a propósito de un hecho cualquiera de discurso, es siempre éste: ¿según qué reglas ha sido construido tal enunciado y, por consiguiente, según qué reglas podrían construirse otros enunciados semejantes?
La descripción de los acontecimientos del discurso plantea otra cuestión muy distinta: ¿cómo es que ha aparecido tal enunciado y ningún otro en su lugar? se opone igualmente a la historia del pensamiento (¿qué se decía en lo que se decía?) trata de reconstruir otro discurso, de recobrar la palabra muda.
El análisis del campo discursivo se orienta de manera muy distinta: se trata de captar al enunciado en la estrechez y la singularidad de su acontecer ¿para qué sirve esta suspensión de todas las unidades admitidas?. Un enunciado es siempre un acontecimiento que ni la lengua ni el sentido pueden agotar por completo, entonces el objetivo de esta suspensión es para restituir al enunciado su singularidad de acontecimiento, para no referirlo a operadores puramente psicológicos sino para captar otras regularidades (entre enunciados, entre grupos de enunciados, entre enunciados y grupos de acontecimientos), para describir otras unidades que suelen quedar invisibles, analizando: su coexistencia, su sucesión, su funcionamiento mutuo, su determinación recíproca, su transformación. Está excluido, sin embargo, que se puedan describir sin punto de referencia todas las relaciones que puedan aparecer así. Todo esto resulta particularmente expresivo en las ciencias del hombre, pero no es exclusivo de ellas.

Avanzando en su obra, Foucault, demuestra que los criterios habituales y convencionales (atender al objeto de que se habla, al sujeto que habla, a los conceptos que utiliza, o al tema que se desarrolla) no resuelven el problema de identificar lo que le da unidad al discurso ni explica qué contiene determinado discurso o corpus de discursos tal que en ello radique lo que le da sentido, lo que permite comprender a que se refiere ese discurso. Tal habrá de ser el tema en los capítulos siguientes, en los que, uno a uno, irá mostrando la contracara plural y dispersa de los objetos, del sujeto, de los conceptos y del tema, al explicar de dónde surge cada uno de ellos y cómo, en definitiva, no son una instancia previa y disponible sino el resultado complejo y cambiante de los enunciados que han intervenido en su construcción.

La tarea de describir relaciones entre enunciados presenta dos series de problemas: la manera salvaje de utilizar los términos, que no define (todavía): enunciado – acontecimiento - discurso; y, las relaciones que pueden describirse legítimamente entre esos enunciados que se han dejado en su agrupamiento provisional y visible.
Formula cuatro hipótesis acerca de lo que pueden ser esas unidades del discurso que se denominan enunciados (qué es lo que les confiere unidad), de las que va a demostrar que son falsas y que conducen al fracaso:
1ª hipótesis: diferentes en su forma, dispersos en el tiempo, constituyen un conjunto si se refieren a un solo y mismo objeto, pero: el conjunto de enunciados que hablan de un objeto (por ejemplo "locura") está lejos de referirse a un sólo objeto, en realidad: la unidad de un discurso está constituida por el espacio en el que diversos objetos se perfilan y se transforman constantemente, la unidad de los discursos sería el juego de las reglas que hacen posible, durante un período determinado, la aparición de objetos; la unidad de los discursos sería el juego de las reglas que definen las transformaciones de esos diferentes objetos. Definir un conjunto de enunciados consistiría en formular su ley de dispersión.
2ª hipótesis: definir un grupo de relaciones entre enunciados (que les confiere unidad) consistiría en establecer su forma y su tipo de encadenamiento, su estilo (por ejemplo decir que los enunciados de la medicina son descriptivos); pero: la descripción no es sino una de las formulaciones presentes en el discurso médico y se ha ido transformando constantemente; en realidad: la unidad sería más bien el conjunto de reglas que han hecho posibles: descripciones perceptivas, observaciones instrumentales, protocolos de experiencias, cálculos estadísticos, comprobaciones demográficas, reglamentos institucionales, prescripciones terapéuticas.
3ª hipótesis: establecer grupos de enunciados determinando el sistema de los conceptos permanentes y coherentes que en ellos intervienen (por ejemplo los conceptos de sujeto – atributo – nombre -  verbo – palabra; etc. eran los conceptos del análisis de los lingüistas de Port-Royal), pero: no significan hoy lo mismo que entonces; en realidad la unidad discursiva quizá se descubriera al analizar: no la coherencia de los conceptos sino la emergencia simultánea o sucesiva, la desviación, la distancia que los separa, eventualmente su incompatibilidad; o sea, habría que analizar el juego de sus apariciones y de su dispersión.
4ª hipótesis: reagrupar los enunciados atendiendo a la identidad y la persistencia de los temas (por ejemplo los fisiócratas en economía y los evolucionistas en biología), pero: en el evolucionismo: un solo tema originó dos tipos de discurso (continuum vs. organismo + medio), en la fisiocracia: un mismo juego de conceptos (valor, cambio, retribución) es usado también por el sistema contrario de los utilitaristas. Vemos un solo tema a partir de dos tipos de discurso; en realidad habría que buscar la unidad, marcando: la dispersión de los puntos de elección que el discurso deja libres  y un campo de posibilidades estratégicas.
Cuatro tentativas, cuatro fracasos. La unidad del discurso se podría fundar no sobre un dominio de objetos sino sobre series de lagunas, diferencias, desviaciones, sustituciones, transformaciones;  no sobre un tipo de enunciación sino sobre formulaciones de niveles sobremanera diferentes y de funciones sobremanera heterogéneas; no sobre un alfabeto bien definido de nociones sino sobre la presencia de conceptos que no pueden entrar en la unidad de una arquitectura lógica; no sobre la permanencia de una temática sino sobre posibilidades estratégicas diversas. Se trataría, en lugar de reconstituir cadenas de inferencias, en lugar de establecer tablas de diferencias; de describir sistemas de dispersión se trataría de establecer formaciones discursivas. Se llamarán reglas de formación (discursiva) a las condiciones a que están sometidos los elementos de una repartición (objetos, modalidades de enunciación, conceptos, elecciones temáticas) Las reglas de formación son condiciones de existencia (pero también de coexistencia, de conservación, de modificación y de desaparición) en una repartición discursiva determinada.
Estamos obligados a avanzar fuera de los paisajes familiares, lejos de las garantías a que estamos acostumbrados, por un terreno cuya cuadrícula no se ha hecho aún y hacia un término que no es fácil de prever.

Foucault plantea que, aunque se utilice un mismo término para designar a determinado objeto del que hablan determinados discursos (o sea, aunque aparezca un mismo nombre en los textos provenientes de la desgrabación de diversas entrevistas relativas a determinado problema que el analista investiga), esta unidad se dispersa (o puede dispersarse) en función de: a) Las superficies de emergencia(dónde se habla de ese objeto); b) Las instancias de delimitación (de qué se lo diferencia); y c) Las rejillas de especificación (cómo se lo conceptualiza)
La tarea sería saber si se puede dar contenido a esa noción, apenas esbozada, de "reglas de formación". Comencemos por la formación de los objetos.
(Ejemplifica con los objetos que ha tenido que tratar la psicopatología)
Sería preciso ante todo localizar las superficies primeras de su emergencia, o sea, donde se habla de ese objeto, que ya no será el mismo en cada caso.
Estas superficies de emergencia del objeto locura no son las mismas para las distintas sociedades, las distintas épocas, ni en las diferentes formas de discurso. En el siglo XIX es posible que estuvieran constituidas por la familia, el grupo social próximo, el medio de trabajo, la comunidad religiosa, el arte, la sexualidad, la penalidad.
Ahí, en esos campos de diferenciación primera, en las distancias, las discontinuidades y los umbrales que se manifiestan, el discurso psiquiátrico encuentra la posibilidad de delimitar su dominio, de definir aquello de que se habla, de darle el estatuto de objeto y, por tanto, de hacerlo aparecer, de volverlo nominable y descriptible.
Otra sería la necesidad de describir ciertas instancias de delimitación, o sea, de qué se lo diferencia: la medicina, la justicia, la autoridad religiosa, la crítica literaria y artística.
Necesidad de analizar las rejillas de especificación: los sistemas según los cuales se separa, se opone, se entronca, se reagrupa, se clasifica, se hacen derivar unas de otras las diferentes "locuras" como objetos del discurso psiquiátrico, o sea, con qué conceptos se lo elabora: el alma, el cuerpo, la vida y la historia de los individuos, los juegos de las correlaciones neuropsicológicas. Pero esta descripción es todavía insuficiente.
El discurso es otra cosa distinta del lugar al que vienen a depositarse y superponerse, como en una simple superficies de inscripción, unos objetos instaurados de antemano.
¿Qué relación existe entre ellos?  Si el delincuente ha sido psicologizado y patologizado es porque en el discurso psiquiátrico se ha hecho obrar un conjunto de relaciones determinadas.

Generalizando: el discurso psiquiátrico, en el siglo XIX, se caracteriza: no por objetos privilegiados sino por cómo forma sus objetos. Esta formación tiene su origen en un conjunto de relaciones establecidas entre instancias de emergencia, de delimitación y de especificación. Es posible decir que una formación discursiva se define (al menos en cuanto a sus objetos):  si se puede establecer semejante conjunto, si se puede mostrar cómo cualquier objeto del discurso en cuestión encuentra en él su lugar y su ley de aparición, si se puede mostrar que es capaz de dar nacimiento simultánea o sucesivamente a objetos que se excluyen, sin que él mismo tenga que modificarse.
A partir de aquí podemos hacer algunas observaciones y consecuencias: las condiciones (de producción) para que surja un objeto de discurso son numerosas e importantes. El objeto existe en las condiciones positivas de un haz complejo de relaciones, estas relaciones no están presentes en el objeto, estas relaciones abren todo un espacio articulado de descripciones posibles (sistema de las relaciones primarias o reales, sistema de las relaciones secundarias o reflexivas y sistema de las relaciones que se pueden llamar propiamente discursivas) Las relaciones discursivas, como se ve, no son internas al discurso;  pero no son, sin embargo, exteriores al discurso; se hallan, en cierto modo, en el límite del discurso. Estas relaciones caracterizan no a la lengua que utiliza el discurso, no a las circunstancias en las cuales se despliega; sino al discurso mismo en tanto que práctica.
En vez de buscar la unidad del discurso del lado de los objetos mismos ha habido que descubrir un conjunto de reglas que son inmanentes a una práctica y la definen en su especificidad,  no se trata de interpretar el discurso para hacer a través de él una historia del referente; se quiere prescindir de las "cosas", se trata de sustituir el tesoro enigmático de "las cosas" previas al discurso por la formación regular de los objetos que sólo en él se diferencian. Se trata de definir esos objetos sin referencia al fondo de las cosas, sino refiriéndolos al conjunto de las reglas que permiten formarlos como objetos de un discurso y constituyen así sus condiciones de aparición histórica.
Tampoco se trata de remitirse necesariamente al análisis lingüístico de la significación se trata de fijar las relaciones que caracterizan una práctica discursiva. En este tipo de análisis las palabras se hallan tan deliberadamente ausentes como las cosas. Se trata de mantenernos al nivel del discurso mismo, identificar un conjunto de reglas adecuadas a la práctica discursiva, tarea que consiste en no tratar a los discursos como conjuntos de signos (de elementos significantes que envían a contenidos o a representaciones sentido saussureano de signo), sino como prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan. Es indudable que los discursos están formados por signos; pero lo que hacen es más que utilizar esos signos para indicar cosas. Es ese más lo que los vuelve irreducibles a la lengua y a la palabra. Es ese más lo que hay que revelar y hay que describir.
Sigamos un poco más adelante en la obra, Foucault plantea la dispersión del sujeto. El sujeto que habla difiere de un momento a otro: a) por el estatuto que se le reconoce; b) por la institución desde la que habla; y c) por la posición enunciativa que adopta. ¿Quién habla? ¿Cuál es el estatuto de los individuos que tienen el derecho a pronunciar tal discurso?
El mismo sujeto les habla a personas o grupos que le reconocen diferente grado de credibilidad, siendo este el estatuto desde el que habla: por su prestigio científico, por su reconocida sinceridad, por considerárselo solidario,... o todo lo contrario; criterios de competencia y saber, instituciones, condiciones legales; sistema de diferenciación y de relaciones con otros individuos u otros grupos que poseen su propio estatuto; también, cierta cantidad de rasgos que definen su funcionamiento en relación con el conjunto de la sociedad ¿De qué ámbitos institucionales saca su discurso, dónde encuentra su origen legítimo y su punto de aplicación?. El sujeto que habla difiere de un momento a otro, porque ese mismo sujeto habla a personas o grupos en función de un distinto respaldo institucional como profesor, como cónyuge, como empleado, etc.; en el caso del médico: el hospital, la práctica privada, el laboratorio, la biblioteca. ¿Qué posiciones puede ocupar el sujeto en cuanto a los diversos dominios o grupos de objetos?. El sujeto que habla difiere de un momento a otro, porque ese mismo sujeto habla a personas o grupos en función de una distinta actitud comunicativa: interroga acerca de Foucault, en un examen y el que interroga ya no es el que expone el pensamiento de Foucault en una clase o en una conferencia, ni es el mismo que hace un esquema acerca de su pensamiento, ni es el mismo que lo vincula con la metodología semiótica, etc.; Es sujeto interrogante, oyente, sujeto que mira, que está situado a una distancia perceptiva óptima, que utiliza intermediarios instrumentales, posiciones que puede ocupar en la red de las informaciones.
En el discurso clínico, en tanto que práctica, el que instaura entre todos esos elementos un sistema de relaciones es el mismo discurso que no está realmente dado ni constituido de antemano, que si tiene una unidad se debe a que hace actuar de manera constante ese haz de relaciones.

No se ha tratado de reducir la disparidad entre los tipos de enunciación haciendo aparecer las estructuras formales:  no se ha querido mostrar la organización racional, no se ha querido referirlos a un acto fundacional o a una conciencia constituyente, no se ha intentado describir la génesis empírica ni los diversos componentes de una mentalidad médica, no se atribuyen las modalidades diversas de la enunciación a la modalidad de un tema.
En lugar de remitir a la síntesis o a la función unificadora de un sujeto
manifiestan su dispersión, se renunciará a ver en el discurso un fenómeno de expresión, la traducción verbal de una síntesis efectuada en otra parte. Se buscará en él más bien, un campo de regularidad para diversas posiciones de subjetividad. Así concebido, el discurso es un conjunto donde puede determinarse la dispersión del sujeto y su discontinuidad consigo mismo.
Queda demostrado así que no era por las palabras ni por las cosas como había que definir el régimen de los objetos propios de una formación discursiva. Del mismo modo hay que reconocer ahora que no es ni por el recurso a un sujeto trascendental, ni por el recurso a una subjetividad psicológica, como hay que definir el régimen de sus enunciaciones.


Foucault plantea que, aunque se utilice un mismo término para designar a determinado concepto que utilizan determinados discursos (o sea, aunque aparezca un mismo nombre en los textos provenientes de la desgrabación de diversas entrevistas relativas a determinado problema que el analista investiga), esta unidad se dispersa (o puede dispersarse) en función de: a) el lugar que ocupa en la sucesión discursiva; b) de su coexistencia (intra o interdiscursiva) con otros conceptos; y c) de las formas que adopta para hacerse presente en unos u otros discursos (mediante su nombre, mediante su representación gráfica, mediante su simbolización lógica, etc.)
Habría que describir la organización del campo de enunciados en el que los conceptos aparecen y circulan.

a) Esta organización implica, en primer lugar, formas de sucesión
Foucault plantea que un mismo concepto no es el mismo cuando, en la secuencia del texto, aparece después de uno determinado o de otro. El término "justicia" no significa lo mismo incluido en un párrafo en que se viene hablando del derecho a la libertad, que incluido en un párrafo en que se viene hablando de la facultad de desheredar en la sucesión testamentaria o incluido en otro acerca del reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo, etc.
También es necesario tener en cuenta (en cuanto a los conceptos se refiere) las diversas ordenaciones de las series enunciativas, los diversos tipos de dependencia de los enunciados, los diversos esquemas retóricos según los cuales se pueden combinar grupos de enunciados. Se trata en definitiva de identificar un conjunto de reglas para poner en serie unos enunciados, un conjunto obligatorio de esquemas de dependencias, de orden y de sucesiones en que se distribuyen los elementos recurrentes que pueden valer como conceptos.

b) La configuración del campo enunciativo comporta también formas de coexistencia.
Foucault plantea que un mismo concepto no es el mismo cuando, en determinado texto, se lo asocia con otro determinado concepto. Así, no es el mismo concepto el construido con el término "agilidad", en expresiones como "tenía una gran agilidad mental", "sus piernas habían adquirido una agilidad de corredor profesional", "el capital necesita circular con agilidad", etc.; es decir, establecen un campo de presencia  intra e inter textual que permiten describir un campo de concomitancia y que comporta un dominio de memoria.

 c) Se pueden definir los procedimientos de intervención que pueden aplicarse legítimamente a los enunciados.
Foucault plantea que un mismo concepto no es el mismo cuando se lo hace presente con una palabra, o cuando se lo hace presente con un dibujo o con un objeto (entre otras variantes posibles) Fue una conocida propuesta de arte conceptual aquella que, en una misma pared de una sala de exposiciones, mostraba la página del diccionario en que aparecía la palabra “silla”, al lado de una reproducción de una fotografía de una silla y al lado de una concreta y existente silla. Podemos observar que aquí están jugando técnicas de re escritura, métodos de trascripción de los enunciados, modos de traducción de enunciados cuantitativos en cualitativos y recíprocamente, medios para acrecentar la aproximación y refinar su exactitud, la manera como se re-delimita el dominio de validez de los enunciados, la manera en que se transfiere un tipo de enunciado de un campo de aplicación al otro, los métodos de sistematización de proposiciones.
Lo que pertenece propiamente a una formación discursiva y lo que permite delimitar el grupo de conceptos, dispares no obstante, que le son específicos, es la manera en que esos diferentes elementos se hallan en relación los unos con los otros. Este haz de relaciones es lo que constituye un sistema de formación conceptual.
Semejante análisis concierne, en un nivel en cierto modo pre conceptual, al campo en que los conceptos pueden coexistir y a las reglas a que está sometido ese campo.

En el análisis que aquí se propone:

a) las reglas de formación tienen su lugar no en la mentalidad o conciencia de los individuos, sino en el discurso mismo.

b) no se supone a estas reglas de formación universalmente valederas para todos los dominios, cualesquiera que estos sean; sino que se las describe siempre en campos discursivos determinados y no se les reconoce desde el primer momento posibilidades indefinidas de extensión.
Para analizar las reglas de formación de los objetos, se ha visto que no se debía ni enraizarlos en las cosas ni referirlos al dominio de las palabras; para analizar la formación de los tipos enunciativos, no se debía referirlos ni al sujeto de conocimiento, ni a una individualidad psicológica. Tampoco, para analizar la formación de los conceptos, se debe referirlo ni al horizonte de la idealidad, ni al caminar empírico de las ideas.


Foucault plantea que la estrategia desde la que se habla de un tema es la que construye al tema, no existiendo éste de antemano, sino por las estrategias con las que ha sido considerado históricamente.
Los discursos dan lugar a ciertas organizaciones de conceptos, a ciertos reagrupamientos de objetos, ciertos tipos de enunciación que forman temas o teorías.
Se llamará, convencionalmente, "estrategias" a estos temas y teorías
El análisis de las estrategias  constituye un análisis de las elecciones teóricas, que todavía estaba en elaboración a la fecha de publicación de esta obra. Por el momento sólo nos es posible indicar las direcciones de la investigación propuestas por Foucault.

Podrían resumirse así:

a) Determinar los puntos de difracción del discurso.
Un primer análisis para diferenciar estas posibles estrategias consiste en establecer el punto de difracción en el que un texto puede cambiar de dirección y pasar de pertenecer, por ejemplo, a la antropología, para pertenecer a la botánica; tal sería el caso de un texto acerca de los efectos alucinógenos de la marihuana que, a partir de referirse a determinadas características de su combustión (punto de difracción), continúa (adopta la estrategia de continuar) refiriéndose a sus características botánicas, frente a otro texto, también acerca de los efectos alucinógenos de la marihuana que, a partir de referirse a determinadas características de su combustión (punto de difracción), continúa (adopta la estrategia de continuar) refiriéndose a las características rituales de su consumo por un grupo etnográfico.
En estos discursos será muy importante tener presente los puntos de incompatibilidad, puntos de equivalencia, puntos de enganche de una sistematización
Un discurso hasta su punto de difracción puede ser visto como una unidad de distribución que abre un campo de opciones posibles.

b) Describir instancias específicas de decisión.
El papel que desempeña el discurso estudiado en relación con los que le son contemporáneos.
Foucault plantea que la estrategia desde la que se habla de un tema es la que construye al tema, no existiendo éste de antemano, sino por las estrategias con las que ha sido considerado históricamente. Un segundo análisis para diferenciar estas posibles estrategias consiste en establecer las instancias de decisión que han motivado una u otra dirección en el desarrollo de un tema, siendo éste la consecuencia de dicha decisión. Tomando como ejemplo este mismo texto, que trata, fundamentalmente, de la concepción de metodología semiótica, propongo usar dos expresiones distintas para fundamentar esta diferenciación: “lo que ya se sabe de algo”, a lo que designo como "objeto semiótico", y “el nuevo conocimiento” que puede aportar un determinado texto, a la que se puede designar como "semiosis sustituida". Esta estrategia de diferenciar las dos perspectivas posibles en el conocimiento de un fenómeno social, construye a la “metodología semiótica” como tema. El tema de la metodología semiótica no preexiste al texto en que establezco esta diferencia, sino que se construye como tal metodología semiótica por la eficacia de ésta, junto con otras muchas diferencias y especificaciones que guían mi estrategia en la construcción del texto pertinente. Sin tales decisiones, el tema podría haber continuado como una gnoseología o una filosofía de la ciencia; esa designación diferencial permite su tratamiento centralmente metodológico.
Para una mejor comprensión, la metodología semiótica consistiría en estudiar la economía de la constelación discursiva a la que pertenece: sistema formal; modelo concreto; relación de analogía, oposición, complementariedad;  desarrollando alguno de los tres papeles complementarios del signo representativo: designar, clasificar, intercambiar.
Todo este juego de relaciones constituye un principio de determinación que permite o excluye, en el interior de un discurso dado, cierto número de enunciados.

c) Caracterizar la función que debe ejercer el discurso en un campo de prácticas no discursivas.
Foucault plantea que la estrategia desde que se habla de un tema es la que construye al tema, no existiendo éste de antemano, sino por las estrategias con las que ha sido considerado históricamente. Un tercer análisis para diferenciar estas posibles estrategias consiste en establecer la eficacia de determinado discurso en el campo de las prácticas no discursivas. Un periodista que tiene la opción de vender un artículo a dos medios de ideología contrapuesta (si él no tiene escrúpulos en transferir a uno u otro su información) lo modificará, escribiendo un texto diferente para satisfacer las expectativas del jefe de redacción del medio al que haya decidido venderla -esa venta y esas expectativas constituyen lo que Foucault denomina "prácticas no discursivas" (trabajando desde una semiótica de perspectiva más amplia que la de Saussure, con todo respeto a Saussure, como es la de Peirce, estas prácticas no discursivas siguen teniendo pleno valor de semiosis, o sea siguen estando constituidas por signos, ya que, en la concepción de Peirce: “todo es signo”). Con independencia de esta observación, resulta completamente válida la reflexión de Foucault acerca de que lo que él denomina "prácticas no discursivas" condicionando la estrategia de elaboración de determinado texto-.
Veamos como sería su modo de operar, es evidente que implica el régimen y los procesos de apropiación del discurso, posiciones posibles del deseo en relación con el discurso; una formación discursiva se individualizará si se puede definir el sistema de formación de las diferentes estrategias que en ella se despliegan, es decir, cómo derivan todas ellas de un mismo juego de relaciones; de esta forma se habrá definido este sistema si se puede describir: cómo los puntos de difracción de un discurso derivan los unos de los otros, cómo las elecciones efectuadas dependen de la constelación general en la que figura el discurso en estudio, cómo esas elecciones están ligadas con la función que ocupa el discurso en estudio en la práctica social correspondiente. Hay que notar que las estrategias así descritas no enraízan en la profundidad muda de una elección a la vez preliminar y fundamental
por el contrario, las opciones deben describirse como maneras sistemáticamente diferentes de tratar objetos de discurso, de disponer formas de enunciación, de manipular conceptos.
Estas opciones son maneras reguladas (y describibles como tales) de poner en obra posibilidades de discurso.
Del mismo modo como no se debía referir la formación de los objetos ni a las palabras ni a las cosas; la formación de las enunciaciones ni a la forma pura del conocimiento ni al sujeto psicológico; la formación de los conceptos ni a la estructura de la idealidad ni a la sucesión de las ideas; tampoco se debe referir la formación de las elecciones teóricas ni a un proyecto fundamental ni al juego secundario de las opiniones.

Foucault demuestra que el concepto que está designando como "enunciado" no puede incluirse en lo que se denomina: a) proposición, b) ni frase, c) ni acto de habla. Concluye afirmando que el enunciado es una función; lo construye como algo que encuentra su sentido fuera de sí mismo, en otro enunciado con el que se integra o del que se diferencia y en el hecho de referirse a algo que es diferente al propio enunciado, recuperando para este concepto de enunciado la calidad existencial que tienen los signos de estar en lugar de otra cosa.
¿Cuál ha sido el objeto de este trabajo? Unos enunciados respecto de los que se ha abstenido de dar una definición preliminar.
En lugar de concretar, poco a poco, la significación tan vaga de la palabra "discurso" multiplica sus sentidos.
¿El enunciado es un elemento último del discurso? ¿Átomo del discurso? Si lo fuera (ya que, en realidad no lo es) ¿en qué consistiría?
¿El enunciado es una proposición? (ámbito de la lógica), puede darse la misma estructura proposicional, con características enunciativas muy distintas. "Nadie ha oído" y "Es cierto que nadie ha oído" son indiscernibles desde el punto de vista lógico; son una misma proposición; pero son dos enunciados distintos. "El actual presidente argentino es desalineado" sólo puede analizarse, desde el punto de vista lógico, si se reconocen, bajo las especies de un enunciado único, dos proposiciones distintas.
Los criterios que permiten definir la identidad de una proposición, de distinguir varias bajo la unidad de una formulación, no sirven para describir la unidad singular de un enunciado.
¿El enunciado es una frase? (ámbito de la gramática), dondequiera que haya una frase gramaticalmente aislable, se puede reconocer la existencia de un enunciado pero, por el contrario, no se puede ya hablar de enunciado cuando por debajo de la frase misma se llega al nivel de sus constituyentes. La mayoría de las frases (definidas de forma amplia) son enunciados pero, en una gramática latina, la secuencia "amo, amas, amat" no se trata de una frase sino del enunciado de las diferentes flexiones personales del presente de indicativo del verbo "amare"; un cuadro de clasificación de especies botánicas, un árbol genealógico, un libro de contabilidad son enunciados: ¿dónde están las frases? No parece, pues, posible definir un enunciado por los caracteres gramaticales de la frase.
¿El enunciado es un "speech act", un acto de habla (acto elocutorio o performativo)? (ámbito del análisis filosófico) pero, hace falta, con frecuencia, más de un enunciado para efectuar un speech act la promesa requiere: que se formule una promesa; que el destinatario desee lo que se le promete; que el emisor esté dispuesto a cumplir con lo que promete; etc. Cada componente es un enunciado los actos de habla están constituidos por la serie o la suma de estos enunciados, por su necesaria yuxtaposición; aquí tampoco se podría establecer una relación bi-unívoca entre el conjunto de los enunciados y el de los actos elocutorios.
Respecto de todos estos acercamientos descriptivos, el enunciado desempeña el papel de un elemento residual, de hecho puro y simple, de material no pertinente.
¿Habría que admitir que existe enunciado en cuanto existen varios signos yuxtapuestos?
El umbral del enunciado sería el umbral de la existencia de los signos
¿Qué quiere decirse cuando se dice que existen signos y que basta que haya signos para que haya enunciado? ¿Qué estatuto singular puede darse a este "que haya"?
Es evidente que los enunciados no existen en el sentido en que una lengua existe.
La lengua no existe más que a título de sistema de construcción para enunciados posibles
pero, por otra parte, no existe más que título de descripción obtenida sobre un conjunto de enunciados reales
el teclado de una máquina de escribir no es un enunciado; pero esa misma serie de letras, Q, W, E, R, T, enumeradas en un manual de mecanografía, es el enunciado del orden alfabético en las máquinas.
¿Sería enunciado todo lo que puede cumplir la función de semiosis sustituyente?
El enunciado no existe, pues, ni del mismo modo que la lengua, ni del mismo modo que unos objetos cualesquiera dados a la percepción. Un objeto semiótico no es, por sí mismo, un enunciado; los índices peirceanos son enunciados en la medida en que se constituyen en signos indiciales, o sea, cuando se exhiben para representar a algo diferente de sí mismos; o sea, cuando se transforman en semiosis sustituyentes.
El enunciado no es una unidad del mismo género que la frase, la proposición o el acto de habla. El enunciado es más bien una función que se ejerce verticalmente con relación a esas diversas unidades. El enunciado no es una estructura. El enunciado es una función de existencia que pertenece en propiedad a los signos y a partir de la cual se puede decidir, a continuación, por el análisis o la intuición, si "adquieren sentido" o no
No es en sí mismo una unidad, sino una función que cruza un dominio de estructuras y de unidades posibles y que las hace aparecer, con contenidos concretos, en el tiempo y en el espacio.

En cuanto a la función enunciativa se trata ahora de interrogar a ese modo singular de existencia, característico de toda serie de signos, con tal de que ésta sea enunciada.
¿Cuál es ese modo singular de existencia? Puede identificárselo por el correlato: la relación del enunciado con lo que se enuncia; una serie de signos pasará a ser enunciado a condición de que tenga con "otra cosa" (que puede serle extrañamente semejante y casi idéntica, como en el ejemplo de la copia en una hoja de papel del teclado de una máquina de escribir o de un puñado aleatorio de letras) una relación específica; además no tiene la misma relación con lo que enuncia que la que tiene el nombre con lo que designa o significa (un nombre se define por su posibilidad de recurrencia) Otra característica sería que un enunciado existe al margen de toda posibilidad de reaparecer (no es la misma relación que la que existe entre una proposición y su referente), habría que afirmar que la ausencia del referente no conlleva la ausencia del correlato para el enunciado, sino que el correlato del enunciado es lo que permite decidir de manera definitiva si la proposición tiene o no un referente; habría que afirmar que la ausencia del referente no conlleva la ausencia del correlato para el enunciado, sino que el correlato del enunciado es lo que permite decidir de manera definitiva si la proposición tiene o no un referente; "las ideas verdes duermen furiosamente" sólo carece de sentido si se supone que debe estar en relación con una realidad visible (no si relata un sueño, es un texto poético, un mensaje cifrado o la palabra de un adicto a sustancias químicas); aunque una frase no sea significante, se refiere a algo, desde el momento que es un enunciado Lo que puede definirse como el correlato de una enunciado es un conjunto de dominios en los que tales objetos pueden aparecer y en los que tales relaciones pueden ser asignadas a lo que está ligado (un enunciado en cuanto su correlato) es a un referencial constituido por leyes de posibilidad, reglas de existencia de los objetos que nombra y relaciones que en él se afirman o se niegan; este conjunto constituye el nivel enunciativo de la formulación, por oposición a su nivel gramatical y a su nivel lógico. Se requiere, por tanto, el análisis de las relaciones entre el enunciado y los espacios de diferenciación, en los que él mismo hace aparecer las diferencias.

La función enunciativa puede identificarse por el sujeto: no es el sujeto interior a la frase (elementos gramaticales en primera persona); no es el sujeto exterior a la frase (el individuo real que la ha articulado; no es el  autor) Una frase, una proposición, un conjunto de signos es un enunciado en la medida en que se le puede asignar una posición a un sujeto, describir una formulación en cuanto enunciado consiste en determinar cuál es la posición que puede y debe ocupar algún individuo para poder ser su sujeto.
La función enunciativa puede identificarse por su dominio asociado: una proposición o una frase puede determinarse por sí sola o bien no puede declarar su sentido sino en relación con el contexto. En cambio, la función enunciativa (enunciado) no puede ejercerse sobre una frase o proposición en estado libre, es preciso ponerla en relación con todo un campo adyacente. El dominio asociado está constituido por la serie de las demás formulaciones en el interior de las cuales un enunciado aparece, por el conjunto de formulaciones a que el enunciado se refiere, por el conjunto de formulaciones cuyo enunciado prepara la posibilidad ulterior y por el conjunto de formulaciones cuyo estatuto comparte.
Una secuencia de elementos lingüísticos no es un enunciado más que en el caso de que esté  inmersa en un campo enunciativo en el que aparece como elemento singular. No existe enunciado en general, libre, neutro, independiente. No existe enunciado que no suponga otros
La función enunciativa puede identificarse por su materialidad. La materialidad constituye el enunciado mismo; es preciso que un enunciado tenga una sustancia, un soporte, un lugar, una fecha. La enunciación también es material; pero: la enunciación es un acontecimiento que no se repite, el enunciado no puede reducirse al puro acontecimiento de su enunciación. A pesar de su materialidad, el enunciado puede ser repetido. ¿En qué consiste esa materialidad repetible que es el enunciado? No es una materialidad sensible. La materialidad de los enunciados es del orden de la institución, más que de la  localización espacio-temporal, define posibilidades de reinscripción y de trascripción. El enunciado está sometido al conjunto de las condiciones que le impone el conjunto de los enunciados en medio de los cuales figura. Los enunciados requieren un campo de estabilización, la constancia del enunciado es una función del campo de utilización en que se encuentra inserto. Mientras que una enunciación puede ser recomenzada o re-evocada y mientras que una forma (lingüística o lógica) puede ser reactualizada; el enunciado tiene la propiedad de poder ser repetido, pero siempre en condiciones estrictas.

Arqueología e historia de las ideas.
Para finalizar transcribiré algunos párrafos de “La arqueología del saber”
Ahora se puede invertir la marcha; (...) habiendo recorrido el dominio de las formaciones discursivas y de los enunciados, una vez esbozada su teoría general, se puede pasar a los dominios posibles de aplicación. Ver, un poco, de qué modo utilizar este análisis que, por un juego algo solemne, he bautizado "arqueología". (...)
Ahora me resulta completamente necesario medir la eficacia descriptiva de las nociones que he tratado de definir. Necesito saber si la máquina funciona y qué es lo que puede producir. ¿Qué puede ofrecer esta "arqueología" que otras descripciones no serían capaces de proporcionar? ¿Cuál es la recompensa de un trabajo tan pesado?
De inmediato, me surge una sospecha. (...) ¿No me he alojado, precisamente, en ese espacio bien conocido y desde hace mucho tiempo con el nombre de "historia de las ideas"? (...) En el fondo, quizá yo no sea más que un historiador de las ideas. Pero vergonzoso o, si se prefiere, presuntuoso. (...)  No tendré el derecho de quedarme tranquilo hasta que no me haya desprendido de la "historia de las ideas", hasta que no haya demostrado en qué se distingue el análisis arqueológico de sus descripciones.
No es fácil caracterizar una disciplina como la historia de las ideas: objeto incierto, fronteras mal dibujadas, métodos tomados en préstamo a diestra y siniestra, avance sin dirección ni estabilidad. Parece, no obstante, que pudieran reconocérsele dos papeles. Por una parte, cuenta la historia de lo lateral y de los márgenes. (...) Análisis de las opiniones más que del saber, de los errores más que de la verdad, no de las formas del pensamiento, sino de los tipos de mentalidad.
Pero, por otra parte, la historia de las ideas se fija como  tarea la de atravesar las disciplinas existentes, tratarlas y reinterpretarlas. (...) La historia de las ideas es pues la disciplina de los comienzos y de los finales, la descripción de las continuidades oscuras y de los regresos, la reconstrucción de los desarrollos en la forma lineal de la historia. (...) Se convierte en la disciplina de las interferencias, la descripción de los círculos concéntricos que rodean las obras, las subrayan, las unen entre sí y las insertan en todo aquello que no son ellas.
Se ve con claridad cómo estos dos papeles de la historia de las ideas se articulan uno sobre otro. Bajo su forma más general, puede decirse que describe sin cesar -y en todas las direcciones en que se cumple- el paso de la no-filosofía a la filosofía, de la no-cientificidad a la ciencia, de la no-literatura a la obra misma. (...) Génesis, continuidad, totalización: estos son los grandes temas de la historia de las ideas y por esto se reintegra a determinada forma, ahora tradicional, del análisis histórico. (...) Pero este celo conservador me confirma en mi propósito y me asegura en lo que he querido hacer.
Entre el análisis arqueológico y la historia de las ideas los puntos de ruptura son numerosos. Intentaré establecer, en principio, cuatro diferencias que me parecen capitales: respecto de la asignación de novedad; respecto del análisis de las contradicciones; respecto de las descripciones comparativas; finalmente, respecto del descubrimiento de las transformaciones. Espero que se pueda captar, a partir de estos diversos puntos, las particularidades del análisis arqueológico y que, eventualmente, se pueda establecer su capacidad descriptiva. Baste, por el momento, con señalar algunos principios.

La arqueología no pretende definir los pensamientos, las representaciones, las imágenes, los temas, las obsesiones que se ocultan o se manifiestan en el discurso; sino los propios discursos, los discursos en cuanto prácticas que obedecen a reglas. No trata al discurso como documento, como signo de otra cosa, como elemento que debería ser transparente pero cuya opacidad con frecuencia es necesario atravesar para encontrar al fin, allí donde se la tiene en reserva, la profundidad de lo esencial; se dirige al discurso en su propio espesor, a título de monumento. No es una disciplina interpretativa: no busco "otro discurso" mejor escondido. Se rehúsa a ser "alegórica".
La arqueología no pretende reencontrar la transición continua e insensible que vincula, en pendiente suave, los discursos con aquello que les precede, les rodea o les sigue. No acecha el momento en que, a partir de lo que todavía no eran, han llegado a ser lo que son; ni tampoco el momento en que, resolviendo la solidez de su figura, quieren perder poco a poco su identidad. Su problema es, por el contrario, definir al discurso en su especificidad; mostrar de qué manera el juego de las reglas que aplican es irreducible a cualquier otro; seguirlos a lo largo de sus aristas exteriores y para subrayarlas mejor. No pasa, por progresión lenta, del campo confuso de la opinión a la singularidad del sistema o a la estabilidad definitiva de la ciencia; no es en absoluto una "doxología"; sino un análisis diferencial de las modalidades del discurso.
La arqueología no está comandada por la figura soberana de la obra; no trata de captar el momento en que se la separa del horizonte anónimo. No pretende en absoluto reencontrar el punto enigmático donde lo individual y lo social se invierten el uno en el otro. No es psicología, ni sociología, ni con mayor generalidad, antropología de la creación. La obra no es para ella un recorte pertinente, aunque se tratase de reubicarla en su contexto global o en la red de causalidades que la sostienen. Define los tipos y las reglas de las prácticas discursivas que atraviesan las obras individuales, que en ocasiones las dirigen completamente y las dominan sin que nada se les escape; pero que en ocasiones también sólo dirigen una parte. La instancia del sujeto creador, en tanto que razón de ser de una obra y principio de su unidad, le es extraño.
En fin, la arqueología no pretende restituir lo que los hombres, en el mismo instante en que proferían el discurso, han podido pensar, querer, enfocar, probar, desear;  no se propone recoger ese núcleo fugitivo en que el autor y la obra intercambian su identidad; en que el pensamiento permanece todavía lo más cercano de sí mismo, en la forma todavía no alterada de lo mismo y en que el lenguaje no se ha desplegado en la dispersión espacial y sucesiva del discurso. En otras palabras, no trata de repetir lo que se ha dicho alcanzándolo en su propia identidad. No pretende borrarse en la modestia ambigua de una lectura que permitiera retornar, en su pureza, la luz lejana, precaria, casi borrada del origen. No es nada más ni nada menos que una reescritura: es decir, en la forma mantenida de la exterioridad, una transformación reglada de lo que ya ha sido escrito. No es el regreso al secreto mismo del origen; es la descripción sistemática de un discurso-objeto.




1 comentario:

Antonio Román Sánchez Rodríguez dijo...

Querido Carlos.Me gustaría publicar un artículo tuyo en mi blog si me autorizas,con una presentación tuya y la url de enlace.Es algo que estoy haciendo con otros blogs...y el tuyo me interesa mucho.Mi blog es "entre flechas amarillas". Un abrazo desde el otro lado del charco (España).